Bicicletas plegables y ciclismo urbano

Ciclismo urbano en el casco histórico de Lisboa, ¿complicado?

En el centro histórico de Lisboa pasear en bici es un reto por varios motivos.

Para empezar, la propia orografía de la zona hace que todo el casco histórico se componga de cuestas empinadísimas que podrían hacerlo a uno merecedor del maillot de puntos rojos. No en vano estas calles son escenario del Lisboa Downtown, una de las más conocidas pruebas de ciclismo de descenso… El ascenso ya es otra cosa: yo me quedé con ganas de una “carrera” con el tranvía, pero me cuesta imaginar a un respetable ciudadano lisboeta subiendo por esas cuestas en busca de una barra de pan, ni a una trajeada ejecutiva camino de su trabajo por esas vertiginosas pendientes.

Además toda la calzada está adoquinada, así que rodar sobre ella es como pedalear sobre aquella viejísima bicicleta estática con vibromasaje incluido que mi padre regaló a mi madre y que ella se negó a usar ni una sola vez… Puede descolocarte las vértebras con sólo unos minutos de pedaleo, y la cosa es aún peor cuando te enfrentas aello con unas pequeñas ruedas de 20 pulgadas. El adoquinado es bastante resbaladizo, y presenta muchas irregularidades, grietas, bultos, abombamientos…Los sucesivos “reasfaltados” o “readoquinamientos” hacen que las calles se inclinen desde el centro hacia los laterales, así que tienes que ir pendiente y controlando la dirección de la bicicleta para evitar ir contra las aceras. No me atrevería a recorrer el centro de Lisboa en moto sin unas buenas botas, casco integral y chaqueta con protecciones hasta en el ombligo, el calor es lo de menos.

Hablando de peligrosas irregularidades en la calzada, uno de los atractivos turísticos de la ciudad, el tranvía, constituye otro riesgo para los ciclistas: encajar la rueda de tu bicicleta en sus vías es muy fácil, y salir de esa situación ileso bastante improbable.

Por si todo esto fuese poco, las calles son muy estrechas, lo que hace insostenible el transporte en coche privado incluso más allá de las consideraciones medioambientales: el tráfico no es fluido, los encuentros entre tranvías y coches suelen ser complicados, las maniobras en las abundantes curvas pronunciadas combinadas con pendientes son un auténtico quema-embragues, y los espacios para estacionar escasos.

Es una pena que en una ciudad tan turística, que invita tanto a recorrer sus callejas, y con un clima tan suave, sea tan difícil plantear una infraestructura para incentivar el uso de las bicicletas. Sin embargo Lisboa ya ha dado sus primeros pasos hacia la movilidad sostenible: está en marcha la renovación de la flota de vehículos municipales sustituyendo aquellos de motor convencional por vehículos propulsados por gas natural, y el acceso y estacionamiento en las zonas más centricas se restringe a residentes  o comerciantes que tengan su negocio allí; el tranvía, además de su atractivo turístico, se plantea como la opción de transporte preferible para desplazarse por el centro de la ciudad, y aunque parece insuficiente para cubrir todos los desplazamientos de los ciudadanos y los visitantes, y desde luego no es plenamente capilar como pueda serlo una red de transporte en bicicleta, está claro que los desplazamientos sobre dos ruedas no serían una solución apta para todos los públicos. Lo tienen francamente complicado los lisboetas.

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