Atentos que vamos con un borrador de… ¡Ni más ni menos que 2009! Me va a costar más releerlo y actualizarlo de lo que dediqué en su momento a escribirlo.
Ya he comentado en algún otro post que vivo en Alcalá de Henares, una ciudad que debería ser el paraíso del ciclismo urbano, por dimensiones, distribución y ausencia de pendientes. Sin embargo, aunque en los últimos años el ciclismo urbano se ha ido popularizando más y más, y he llegado a cruzarme con señoras que hacen sus compras con una bici cargo, o abueletes que han rescatado alguna vieja bici del trastero para moverse por aquí, seguimos distando mucho, muchísimo, de otras ciudades españolas en las que se puede circular en bici con total comodidad y seguridad. ¿Será por los kilómetros y kilómetros de carriles bici disponibles? Bueno, todo es relativo.
Nuestro “apalabrado” Alcalde se comprometió a dotar a Alcalá de Henares de 160 kilómetros de carriles bici. Y por una vez se esforzó en cumplir una promesa. Bueno, esforzarse no es el término más adecuado. Se puso las pilas al final de la legislatura para cubrir el expediente. El resultado es un carril bici desastroso, chapucero, imposible de utilizar salvo que te vaya el BMX y te guste utilizar a los peatones como conos. Tan descaradamente mala es la infraestructura, que hasta la oposición – en quienes tampoco habría confiado mucho de haber estado ellos al cargo de la obra – ha creado una presentación que recopila algunas de las mejores “pifias” de los carriles bici de Alcalá de Henares. Me han facilitado parte del trabajo que pensaba hacer para este post.
¿El resultado? Unos carriles bici que han conseguido sublevar a todos por igual.
Son imposibles de usar por cualquier ciclista urbano medio: obtaculizados por farolas, macetas o kioskos de helados; trazados que obligan a cruzar una y otra vez la Vía Complutense (antigua NII, una de las vías de circulación más rápida de la ciudad, nadie respeta los 50 km/h legales en urbano) en puntos en que no se puede esperar que un coche tenga tiempo de reducir su velocidad ante el paso de un ciclista; continuos pasos sobre aceras sin rebaje, grietas y charcos por falta de calidad en la ejecución (y pronto se añadirán los propios de la falta de mantenimiento); carriles creados aprovechando lo que antes era una mediana en medio de una avenida que te dejan en pleno centro de una rotonda, y ya verás tú por dónde sales. En fin, ¡una perita en dulce!
Los peatones no están más contentos, ¡y eso que les encanta pasear por los carriles bici mientras las aceras están vacías! Será que prefieren el firme liso a las baldosas estriadas. ¡Y no les digas nada o les pidas paso, que te la lían! Pero hay ocasiones en que no queda más remedio que darles la razón. Por ejemplo, cuando en el colmo de la cutrez, se “rellenan” unos metritos de carril bici de los prometidos a base de pintar media acera de rojo, y dejar un paso ridículamente estrecho tanto para peatones como para ciclistas.
Otro ejemplo es cuando se suman metros de carril bici por el procedimiento de poner una placa en el comienzo de una calle peatonal que indica “vía ciclista”. Una placa metálica, muy bonita ella… En plena calle mayor, que además de estar adoquinada (un gustito para la amortiguación y para los riñones), se pone de peatones hasta la bandera cualquier tarde de verano, o los domingos de todo el año: el caldo de cultivo perfecto para provocar encontronazos y conflictos entre peatones y ciclistas. ¿Van a abandonar los peatones esa zona tradicional de paseo?¿Van a cederle un espacio que ni siquiera está marcado en el suelo a los ciclistas? Y al final llega la incogruencia: la policía municipal parando a los ciclistas para indicarles que no se puede montar en bici por ahí, que hay mucho peatón. Las placas como si no estuvieran. Eso sí, la calle sigue sumando metritos de vía ciclista para cumplir con la promesa hecha.
Este caso concreto era tan flagrante que varias asociaciones de vecinos se movilizaron y las placas se retiraron, aunque queda el testimonio en varios rincones de la red, como este post que muestra las fotos de las placas de “vía ciclista” en la Calle Mayor de Alcalá. Sin embargo no hace falta desplazarse mucho para encontrar las placas en otros lugares poco indicados. Por ejemplo, en la Plaza de las Bernardas… También adoquinada… Y lugar de juegos de los niños que viven en la zona, o que estudian en los dos colegios situados en las inmediaciones. Todo un peligro meter a los ciclistas por esa plaza que os muestro en las fotos en una soporífera tarde de verano… En fin de semana, o las tardes de día lectivo, se abarrota de niños que, como todos los niños, corren sin parar organizando un “caos circulatorio” tremendo. Pero es que son niños jugando, no deberían tener que respetar ningunas normas de circulación.
¿Y los conductores? Pues estos carriles bici han tenido entre los conductores el que me parece el más pernicioso efecto. Estos carriles bici hacen afirmar a personas, que por lo demás son bastante cabales, que debería poderse atropellar a los ciclistas que circulan por la calzada habiendo carriles bici. Machadas. Comentarios hechos en un bar, mirando al graderío y pensando “ahora sí que los he dejado a todos epatados”. Por supuesto que no van a atropellar intencionadamente a ningún ciclista, faltaría más. Pero, sin llegar a acelerar a fondo y coger fuerte el volante para pasarle por encima a algún sufrido ciclista, estos conductores que ven una bici delante de ellos en la calzada, y un carril bici a su lado, se sienten ofendidos, picados. Sienten que tienen derecho a una pequeña pataleta, a achuchar al ciclista pegándosele por detrás, a adelantarlo dando acelerones y sin respetar la distancia lateral de seguridad, aunque sea para volver a quedar detrás en el siguiente semáforo. Y todas estas son situaciones que, aparte del riesgo que conllevan, nadie tendría por qué soportar, ni ciclista, ni peatón, ni conductor.
Dado el panorama, en Alcalá suelo optar por circular por la calzada, y arriesgarme a sufrir las iras de los conductores que creen, como Manolo, que la calle es suya. Me encantaría que esos mismos conductores probasen a coger la bici y recorrer algunos metros de carril. A ver cuánto tardan en recordar a la madre que trajo al.. Peatón que va por el carril (aunque nosotros no lo achuchamos ni lo adelantamos rozando con el manillar por estar en “nuestro” espacio), al bordillo sin rebaje, a las grietas e irregularidades, a la maceta o la farola que están en medio, al que diseñó el carril para que acabe en medio de ninguna parte, o a los infinitos y peligrosos cruces por medio de la calle. Tienen dónde elegir. Pero lamentablemente la mayoría de los conductores nunca usarán esos carriles bici, y seguirán criticando a los ciclistas que “insistimos en seguir yendo por la calzada aunque nos hayan hecho tantos carriles bici, ¡con sus impuestos!” Claro, si es que somos tontos y nos gusta arriesgarnos a sufrir un accidente. O peor, somos mala gente, y nos gusta ir por la calle sólo para fastidiar a los demás.
En fin, gracias a esos gobernantes y sus asesores, a las empresas concesionarias de la obra, por hacernos aún más difícil la convivencia a los usuarios de las vías. Se podrían haber estado quietecitos.