El País ha publicado hoy un artículo sobre la movilidad urbana en Europa y España.
En España los principales problemas no varían: Las medidas que se proponen o se adoptan se quedan en anécdota por la falta de continuidad, y sobre todo por la falta de coordinación entre las distintas comunidades, que hacen la guerra cada una por su lado a falten ausencia de una normativa estatal sobre movilidad.
bicicleta
Ciclismo urbano por Madrid en CQC
Esta semana CQC ha dedicado su sección “Proteste ya” al ciclismo urbano en Madrid: apenas unos minutos de reportaje son suficientes para mostrar que la situación es calamitosa para el ciudadano que pretende desplazarse a diario en bicicleta por la capital: tráfico intransigente, aceras prohibidas, carriles bicis extremadamente escasos, ocupados por peatones, interrumpidos por escalones entre acera y acera, por vehículos aparcados, y hasta por paradas de autobús.
Lo más indignante es comprobar cómo el personal de la Estación de Atocha de RENFE explica con total convicción que no es posible introducir bicicletas en los trenes, cuando existe una normativa, restrictiva pero no prohibitiva, para el transporte de bicicletas en los trenes. Al final se comprueba que lo mejor es no preguntar, yo misma viajo a menudo con mi bicicleta desde Alcalá hasta Atocha y jamás me han puesto ningún impedimento. Y al personal de RENFE, por favor, revisen su propia normativa en lugar de buscar peregrinas explicaciones acerca de la rentabilidad o no de poner en marcha un tren.
El Plan Director de Movilidad Ciclista de la Ciudad de Madrid aprobado en Mayo de este año planea crear una red de carriles bici que cubran las principales vías de desplazamiento en el centro de la ciudad, pero se han puesto de plazo hasta 2016. Al menos la periodista de CQC ha conseguido que Gallardón se comprometa a construir los dos ejes principales en esta legislatura, pero sigue siendo insuficiente para desplazarse en bici con seguridad, y queda por ver cómo se construyen esos carriles bici.
¿Al trabajo en bici?
Hasta hace un año estaba trabajando en Madrid, junto a Avenida de la Ilustración. La parada de tren más cercana, Ramón y Cajal, estaba a unos cuatro kilómetros; el metro más próximo, Peñagrande, quedaba escasamente a un kilómetro, pero desde Alcalá y con una bici al lado me resultaba más cómodo hacer todo el camino en tren que hacer tres trasbordos; nunca me he manejado demasiado bien con los autobuses en Madrid, así que ni los tuve en consideración.
Por aquel entonces no podía ir en bici al trabajo tanto como quisiera, casi todos los días tenía que ir a visitar a un cliente, o a un montaje, y rara vez el destino era el centro de Madrid: Pozuelo de Alarcón, Tres Cantos o San Sebastián de los Reyes eran más habituales, y si no quería pasar todo el día desplazándome de un lado a otro, el coche parecía la mejor solución (la moto la tuve después). Sin embargo los días que pude ir en bici no tuve ningún problema, por la mañana era un placer bajar los 4 kilómetros de Fermín Caballero casi sin pedalear, y por las tardes, salvo que hiciese un calor sofocante, subir el camino de vuelta no se hacía difícil con una marcha suave. Nunca tuve ningún problema con los coches, pese a cruzar una de las zonas con más tráfico, y además en un momento en que la M30 estaba completamente levantada para su soterramiento.
Cuando cambié a un trabajo más “de oficina” y apenas a 15 kilómetros de mi casa parecía que iba a poder disfrutar de más mañanas similares: apenas dos paradas de tren y tres kilómetros y medio separan mi casa de mi oficina. Y sin embargo se me hace muy muy complicado ir a mi trabajo en bici, ¿por qué?
Pues porque unos dos kilómetros del recorrido discurren por un polígono industrial, y si a veces parece que a los conductores les cuesta asumir la presencia de ciclistas en ciudad, puedo aseguraros que en un polígono industrial les es imposible: el polígono industrial es el reino de la “tanqueta”; los especímenes de homo empresarius y algún que otro mandril campan a sus anchas por sus dominios en sus coches sobredimensionados y sus furgonetas sin preocuparse por las normas de tráfico ni la seguridad de cualquier otra persona que se cruce en su camino; probad a cruzar un paso de cebra en un polígono industrial del Corredor del Henares (los del norte de Madrid no son lo mismo, eso son “parques empresariales”, hábitat natural de los homo erectus multinacionalensis, bastante más civilizados), al menos 5 coches estarán cerca de arrollaros, más de uno tocará el claxon y os increpará. Porque este es su terreno, aquí sólo se admiten cochazos de un mínimo de cinco metros de largo, furgonetas y camiones. Aquí ciclistas, peatones o motoristas no tienen lugar, y si se adentran el los terrenos del homo empresarius deberán asumir los riesgos que de ello se deriven.
En un polígono industrial – al menos en los del Corredor del Henares – se aparca donde se quiere, y si se imposibilita la circulación en alguna calle, mejor que mejor, tema para las risotadas a la hora de comer; jamás – repito, jamás – se señaliza una maniobra con el intermitente, ¡eso es dar pistas al enemigo!; lo más divertido de circular por un polígono industrial es que puedes llevar una trayectoria vacilante, iniciar un giro a la derecha y cambiar brúscamente tu dirección para girar a la izquierda, detenerte en mitad de la calle sin motivo aparente, y no hacerlo cuando hay un semáforo rojo, y ni siquiera tienes que mirar por el retrovisor por si viene alguien, ¡si hay alguien detrás, que te esquive!.
Por supuesto, cuando conduces por un polígono industrial y te encuentras con una bicicleta es esencial realizar la maniobra disuasoria “por aquí no vuelvas, que es mi calle”: esta divertida maniobra consiste en acelerar revolucionando mucho el motor para que su ruido intimide al enemigo mientras te acercas, pegarte lo más posible a la bicicleta – que sienta el aliento de tu motor en su nuca – , adelantar en el peor momento (cuando venga alguien de frente, cuando estés a unos metros de un semáforo cerrado, cuando no tengas visibilidad…), muy muy cerca – si consigues un roce con el retrovisor es que eres todo un experto en maniobras disuasorias -, y con grandes aspavientos. Ni que decir tiene que si quien va sobre la bicicleta es una chica, es imprescindible agasajarla con algún comentario sexista. Esta maniobra que tan alegremente se pone en práctica en los polígonos industriales es potencialmente peligrosa para la integridad física o incluso la vida del ciclista, pero… ¡Es que se ha metido en territorio de tanquetas!
Si tienes el día piadoso también puedes hacer maniobras con intención más amistosa, aunque igualmente desanimarán al ciclista si tenía intenciones de volver a pasar por tus dominios: ponerte en paralelo y silbarle la melodía de “verano azul”, cuanto más cerca y más probabilidades haya de tirarlo al suelo, mejor; gritarle “vamos, Pericooooo…” “Vamos Induráaaaaain…” O “vamos Contadooooor…”, según la edad que tengas; añadir un “guaaaapaaaa.. ¿No quieres que te lleve, que hace mucho caloooor…?”; y en verano, qué mejor que ofrecerle un trago de agua colocándole la botella en la cara e impidiéndole ver hacia dónde va a estamparse.
Una raza curiosa esta que habita los polígonos industriales. Desde luego no son una mayoría, pero son suficientes como para pensárselo antes de atravesar uno en bicicleta. Veo difícil que vaya a construirse un carril bici que comunique la estación de Torrejón con el Polígono de San Fernando (una línea recta casi perfecta), si ya es difícil encontrar redes de carril bici correctamente planteadas, teniendo en cuenta las necesidades y las posibilidades de desplazamiento de los ciudadanos, imaginad lo que puede resultar de la coordinación entre dos Ayuntamientos. Aún así, veo cada vez más valientes que se arriesgan a ir a su trabajo en bici en el polígono: será el buen tiempo, serán los precios de los carburantes, los atascos… ¿O habrá cada vez más gente que piense que desplazarse sin contaminar es importante?
Bicicletas plegables y Metro de Madrid
Estaba trabajando en mi próximo post en cuanto a la combinación de bicicleta y metro, y me he llevado una magnífica sorpresa, y es que Metro de Madrid cuenta en su normativa para viajeros con un párrafo específico para bicicletas plegables.
Aún tengo que comprobar las normativas de la red de metro de otras ciudades españolas, pero tenéis que disculparme que empiece por el metro de mi ciudad de referencia.
A primera vista parece que combinar bicicleta y metro es algo menos complejo que combinarla con el autobús. Fijáos en este canadiense camino del colegio.
httpv://www.youtube.com/watch?v=Ilvfge_oYQ4
Soporte para bicicletas en un autobús urbano
httpv://www.youtube.com/watch?v=p3XjiIOHwro
Si en mi anterior post hablaba de la iniciativa que empieza a funcionar en Francia, aquí tenemos a los californianos presentándonos una solución que ni siquiera requeriría modificar el interior de los autobuses.
Queda la duda de si la normativa de seguridad vial europea vería con buenos ojos esta instalación en el exterior de los autobuses, y comprobar cuántas bicicletas podrían llevarse.
Combinar tu bici con el autobús
Conozco de cerca el caso de Estraburgo como ciudad pionera en la inversión en transporte sostenible, y recuerdo los amplísimos parkings para bicicletas en las cabeceras de las principales líneas de autobús y tranvía. Estrasburgo me dará para otro post, baste aquí para hacer notar que no recuerdo haber visto un sólo parking para bicicletas en una parada de autobús en España.
Así que si deseas combinar el autobús con tu bici, tendrás que llevártela contigo. Da igual que tomes un larga distancia, un regional o un urbano, no puedes llevar tu bicicleta en el habitáculo de un autobús. Desde luego no hay espacio para guardar una bicicleta tradicional en ningún rincón del autobús, y en el caso de una bicicleta plegable todo depende del criterio del conductor del autobús, que por lo general es NO. Efectivamente, los autobuses tienen un riesgo mayor de sufrir accidentes que los trenes, y un proyectil del tamaño, peso y consistencia de una bicicleta plegada no debería introducirse en un autobús con todos los viajeros.
Así que para llevar tu bicicleta en el autobús, deberás abandonarla a su suerte en la bodega, donde suele dejarse también el equipaje más voluminoso, a merced de los vaivenes, chocando con los laterales, arrastrando contra el suelo… Un viaje movidito y poco saludable para tu bici. Yo que tú no lo haría, a no ser que tengas una maleta rígida en la que guardarla.
Yo suelo moverme sobre una bicicleta y con un ordenador portátil a cuestas, y he de decir que mi empresa no ha invertido en portátiles ligeros, así que cargo con unos 5 kg de ordenador, más su cargador, ratón y otros accesorios. Un peso considerable, un objeto contundente, y que sí que puedo subir al autobús.

Está claro que no es comparable el daño que puede ocasionar una bicicleta con el que pueda ocasionar mi ordenador, pero si viajas en autobuses urbanos e interurbanos a diario seguro que has visto a viajeros cargados con bultos grandes y pesados que podrían ser bastante peligrosos en una colisión, y que el conductor sí les permite subir al habitáculo. En la mayor parte de los casos, esos bultos podrían depositarse en la bodega del autobús, pero se suben al habitáculo para “ganar tiempo” y no obligar a una parada más prolongada para que los viajeros dejen o recojan sus pertenencias. En el caso de una bicicleta no hay modo seguro de dejarla en la bodega. Una vez más falta la infraestructura, no existe un lugar específico para dejar tu bicicleta. Puede que reste bastante espacio para los viajeros, pero algunas ciudades francesas – aún no es algo generalizado – han considerado que merecía la pena incluir esta instalación en sus autobuses. Ya investigaré qué motivos les han llevado a esta conclusión.
Combinar tu bicicleta con el tren
Según el artículo de Pro Vélo que mencionaba en la entrada anterior, una de las razones para usar una bici plegable frente a una tradicional es que la Red Nacional de Ferrocarriles Belgas tiene una oferta bastante restringida de parkings para bicicletas; además, desde 2005 ya no es necesario llevar las bicis plegables en una bolsa de transporte, y es gratuito llevarlas en autobuses, tranvías y metros. Otra ventaja es que la bicicleta cabe sin problemas en los portaequipajes de los trenes, o detrás de los asientos cuando están colocados respaldo con respaldo, como en los trenes belgas.
La verdad es que es revelador constatar que no todo son ventajas en Bélgica, pero… En España la oferta de parkings para bicis en las estaciones de tren no es que sea restringida, es que es prácticamente inexistente, y si la hay, ha sido instalada por el Ayuntamiento de la ciudad en que esté la estación, pero no por la RENFE. La posibilidad de que haya existido en algún momento una norma como la de utilizar una bolsa de transporte para llevar una bicicleta plegable es más que remota: este tipo de bicicletas ha llegado a España bastante recientemente.
¿Has probado a llevar tu bici en un tren? Las normas para el transporte de bicicletas en los trenes son un tanto restrictivas, aunque el hecho de que existan ya es un punto positivo.
En los trenes de larga distancia se admitirán bicicletas sólo en aquellos que tengan coche-cama o litera, siempre y cuando todos los ocupantes del departamento sean del mismo grupo (no vayamos a molestar a los viajeros de bien que no andan “dando guerra” con una bicicleta), y las bicicletas vayan debidamente embaladas, y no listas para su uso. En resumen, debes tratar tu bicicleta como parte de tu equipaje, y no como un medio de transporte más: no cuentes con llegar a tu destino y montarte en ella para desplazarte hasta tu alojamiento, salvo que cuentes con una plegable que puedas volver a montar rápidamente una vez en la estación. Así que, si sueles viajar en Ave a Madrid, Sevilla, Barcelona… Y visitar a empresas u organizaciones céntricas, una bici plegable puede evitarte algún que otro atasco y ayudarte a llegar a tiempo. Pero si tu idea es pasar unos días de vacaciones visitando la zona con una bicicleta tradicional, llevarás un bulto más y necesitarás un taxi con un buen maletero.

En los trenes regionales o de media distancia se admitirán bicicletas en los trenes que cuenten con un compartimento específico para su transporte, lo cual es comprensible y de agradecer, porque un bulto de un mínimo de 12 Kg lanzado contra los viajeros por un frenazo en caso de imprevisto es un riesgo que pocos querríamos asumir; pero no he visto muchos trenes de media distancia con compartimentos específicos para bicicletas, así que poder encajar tu plegable en los compartimentos para equipaje ya es otro punto a favor para tu bici; por otro lado, queda a criterio del conductor, revisor o quienquiera que tenga un mínimo de autoridad en el tren restringir el número de bicicletas transportadas en caso de saturación: esto es algo normal, pero la inexistencia de un criterio uniforme autoriza, por ejemplo, al revisor a impedirte subir tu bicicleta a un tren que esté al 60% de su ocupación, porque bajo su punto de vista está demasiado saturado. Además, que en un tren saturado de viajeros no se puedan tranportar bicicletas es una vez más consecuencia de la ausencia de un espacio específico para ellas en los vagones. Los usuarios de trenes que quieren transportar su bicicleta es cada vez mayor, pero parece que las infraestructuras están tardando algo más en adaptarse.
En los trenes de cercanías parece que hay sobre todo restricciones horarias que tratan de evitar que metas tu bici en el tren en plena hora punta: si tu idea era ir a trabajar combinando tren y bici, lo tienes complicado. Aquí una vez más el hecho de tener una bici plegable te ayudará con tus sanas intenciones, ya que al ser algo relativamente nuevo los revisores pueden quedar lo bastante desconcertados al ver una como para no hacerte bajar del tren a las siete de la mañana. Sin embargo no puedo decir que me sienta muy tranquila al llevar mi bici en el cercanías: procuro sentarme en los asientos cercanos a las puertas, o los que son perpendiculares al sentido de la marcha, los asientos están plegados y no tienes un viajero sentado delante, así que puedes meter tu bici bajo tus piernas y controlar que no baile o se caiga con los movimientos del tren; lo que no sé es si, en caso de una detención de emergencia, seré capaz de sujetarla y evitar que golpée a algún otro viajero. Un compartimento específico en el que poder fijar la bici sin llevarla mezclada con los viajeros mejoraría las condiciones de seguridad.
En resumen, cojas el tipo de tren que cojas, parece que se echan en falta espacios e instalaciones para transportar tu bicicleta con seguridad para ella y para el resto de viajeros. ¿Qué fué antes?¿El huevo o la gallina? Como no parece que haya muchas personas interesadas en llevar su bicicleta en un tren, las compañías ferroviarias no preparan los vagones para soportar un número aceptable de bicicletas; pero muchos ciclistas se desaniman viendo las condiciones en que deberían llevar sus bicicletas en los trenes.