Ciclismo urbano por Madrid en CQC

Esta semana CQC ha dedicado su sección “Proteste ya” al ciclismo urbano en Madrid: apenas unos minutos de reportaje son suficientes para mostrar que la situación es calamitosa para el ciudadano que pretende desplazarse a diario en bicicleta por la capital: tráfico intransigente, aceras prohibidas, carriles bicis extremadamente escasos, ocupados por peatones, interrumpidos por escalones entre acera y acera, por vehículos aparcados, y hasta por paradas de autobús.

Lo más indignante es comprobar cómo el personal de la Estación de Atocha de RENFE explica con total convicción que no es posible introducir bicicletas en los trenes, cuando existe una normativa, restrictiva pero no prohibitiva, para el transporte de bicicletas en los trenes. Al final se comprueba que lo mejor es no preguntar, yo misma viajo a menudo con mi bicicleta desde Alcalá hasta Atocha y jamás me han puesto ningún impedimento. Y al personal de RENFE, por favor, revisen su propia normativa en lugar de buscar peregrinas explicaciones acerca de la rentabilidad o no de poner en marcha un tren.

El Plan Director de Movilidad Ciclista de la Ciudad de Madrid aprobado en Mayo de este año planea crear una red de carriles bici que cubran las principales vías de desplazamiento en el centro de la ciudad, pero se han puesto de plazo hasta 2016. Al menos la periodista de CQC ha conseguido que Gallardón se comprometa a construir los dos ejes principales en esta legislatura, pero sigue siendo insuficiente para desplazarse en bici con seguridad, y queda por ver cómo se construyen esos carriles bici.

Bicis al Tren, una iniciativa de ConBici

La combinación de bicicleta y transporte público es una de las soluciones más eficientes para mejorar nuestra movilidad sin tener que recurrir al coche. La Coordinadora ConBici lo sabe, y por eso está organizando una acción pacífica que se celebrará este domingo para reclamar un cambio en la política de Renfe en cuanto al transporte de bicicletas.

En su momento publiqué un post acerca de las distintas posibiidades de combinación de bicicleta y transporte público, y en el caso del tren, aunque se pueden llevar bicicletas, las normas son de lo más restrictivo, aparte la ausencia de infraestructuras que faciliten hacerlo con mayor seguridad. Por eso creo que es importante que apoyemos el movimiento de ConBici para mejorar las condiciones del transporte de bicicletas en los trenes, creo que somos muchos los ciclistas urbanos que combinamos con el tren, y cada día nos encontramos con dificultades: ¿Cuántos vagones cuentan con un espacio en el que dejar tu bici sin arriesgarte a que salga disparada contra algún viajero en un frenazo? Y, ¿cómo podemos identificar a los vagones que cuentan con tal espacio antes de subirnos al tren? ¿Habéis encontrado muchas estaciones con parking para bicicletas? Seguro que no más de diez plazas. La cosa empeora si pasamos del cercanías a los regionales.

Si te animas, el lugar de encuentro es la explanada que hay entre la parada de taxis y la parada de autobuses urbanos de la estación de Chamartín (Madrid), a las once de la mañana del domingo 26 de octubre. En el resto de España, se presentarán reclamaciones en las estaciones de renfe siguiento el texto modelo que propone ConBici.

Puedes encontrar más información en el sitio Web de ¡Bicis al Tren! o en el sitio Web de ConBici.

Ciclismo urbano en el Time

El número del seis de Octubre de la revista Time se dedicó por completo a los “héroes del medio ambiente”. Dos de estos héroes según la revista son los hermanos Decaux – herederos de la conocida empresa de publicidad en el medio urbano – que están desarrollando una nueva división en la compañía, el ciclismo urbano.

En 2003 hicieron las primeras pruebas en Viena, y hace ya un año que instalaron el sistema “Vélib” en Paris, algo similar al Bicing barcelonés, pero en versión glamourosa, como ilustra la fotografía de la revista que no puedo reproducir aquí – mi scanner averiado y el copyright me lo impiden – que nos muestra a los dos hermanos impecablemente trajeados a lomos de sendas bicicletas color antracita de diseño futurista, protegiéndose de la lluvia con sus sobrios paraguas negros: sería una excelente muestra para los diversos “cycle chic” de que se puede pasear en bici incluso en días de lluvia con un carísimo traje y sin arrugarlo.

Desde que Vélib comenzase a funcionar en Paris en Julio de 2007, se han efectuado más de treinta millones de préstamos de bicicletas, y más de doscientos mil usuarios se han suscrito por un año. Para finales de 2008 planean haber instalado sistemas similares en más de cuareta y nueve ciudades, casi todas europeas, pero también en ciudades como Chicago o Singapur.

Los Decaux son conscientes de que la idea no es nueva, pero ellos ponen un gran presupuesto e instalaciones de alta tecnología a su servicio. En palabras de Jean Charles Decaux, había llegado el momento de poner en práctica este sistema porque “ahora la gente está preparada para desplazarse de forma distinta“. Disculpadme si me fío más de las previsiones de quién se juega millones de euros en ello que de mis propias percepciones, pero ahora sí veo confirmadas mis sospechas: desde la generación de mis padres, que no conciben a una persona adulta desplazándose por Madrid sin coche, hasta la mía, se está produciendo un cambio cultural importante.

Por supuesto, la idea tiene su parte de negocio: Decaux provee las bicicletas a cambio de contratos exclusivos de venta de publicidad urbana alrededor de Paris. Hay quien critica que la idea resulte rentable, pero a mi me parece estupendo que le hayan buscado una vertiente económica: cuanto más dinero ganen con la implantación de sistemas de transporte urbano en bicicleta, más se esforzarán en extenderlo por todas las ciudades que puedan.

Ciclismo urbano, ¿la fórmula que buscaban los Ministros de Economía?

Tal vez se deba a que últimamente estoy teniendo más tiempo para para pasear por Alcalá a diario, o puede ser que desde que escribo este blog me fije más en los ciclistas urbanos de lo que lo hacían antes, pero, ¿soy la única que ha notado que cada vez hay más bicis en nuestras ciudades? Y no me refiero sólo a la densidad de ciclistas por kilómetro cuadrado, sino también alperfil de estos ciclistas: me estoy encontrando a lomos de una bicicleta a tipos humanos a los que nunca antes me habría imaginado fuera de un coche o de una acera.

¿Sabéis esa señora, de las que acaban de ser abuelas, que sueles encontrarte en cualquier esquina con un carrito de la compra de cuadros escoceses? Pues ahora por mi barrio hay una señora que, por indumentaria, edad, horarios… Encaja perfectamente en ese perfil, salvo que ahora la veo pasar en su bici con cesta. Lo mismo con esos señores jubilados que sueles ver camino del colegio a buscar al nieto, o camino del bar a arreglar España: chaqueta de punto, pantalones de tergal, andares tranquilos, piel curtida y arrugada… Solía verlos caminando por las aceras o conduciendo su coche, uno de estos coches que tienen cerca de veinte años pero que no tienen apenas kilómetros y parece que están nuevos salvo por el motor, que de “comer” atascos y semáforos en ciudad y ver muy poca autopista, está más negro que el ala de cuervo. Pues ya me he encontrado a más de tres y más de cuatro pedaleando sobre su bici, casi siempre una bici vieja, rescatada de la herrumbre, que les va demasiado pequeña y chirría, pero les lleva con rapidez de un sitio a otro, y – ellos mismos parecen haberse dado cuenta – sin gastar un sólo céntimo en gasolina.

También están los chavales del barrio: antes apenas cumplían los dieciséis ya estaban dando vueltas por el barrio con un scooter, a ser posible con tubo de escape modificado para hacer el mayor ruido posible. Será porque los padres ya no están tan dispuestos a desembolsar el precio de un ciclomotor, o el endurecimiento de los requisitos para conducir un scooter, o simple cuestión de malas notas… Pero ya no se ven tantas motos en mi barrio, y los chavales, en su búsqueda de un medio para moverse con libertad por la ciudad, y que los defina como rebeldes incorregibles, se van haciendo más y más con bicicletas de trial y dirt jump. Aún no he visto a ninguno hacer ninguna acrobacia reseñable, pero atentos porque se fragua una gran cantera para estas modalidades.

También están los trabajadores de mediana edad, de esta generación que aún considera que ir en su propio coche al trabajo le da un status del que no puede prescindir. Algunos ya practicaban antes hábitos económicos y ecológicos, yendo varios compañeros juntos en el mismo coche. Pero la cuestión es que iban en coche. Sin embargo, cuando la crisis aprieta y la hipoteca se hace insuperable, nada es más económico que ir en bici, y también empiezo a ver ciclistas camino de las empresas que hay alrededor de la ciudad… ¡Incluso he visto a alguno en el arcén de la autopista camino de Torrejón! Aunque eso ya me parece mucho arriesgar, sobre todo pudiendo llevar tu bici en el tren.

Estas dos nuevas especies ciclistas se unen en Alcalá a los estudiantes Erasmus que aún no se explican por qué muchos de sus compañeros, viviendo en la misma ciudad, se empeñan en coger el coche y pasar media hora buscando aparcamiento para ir a clase, y a los alcalaínos autóctonos que por convicción pedalean para ir al trabajo, a clase, a por el periódico,el pan, o de marcha. Y parece que la mayor presencia de bicicletas y menor abundancia de coches animan aún a más gente a coger la bici, y no sólo en Alcalá, sino dondequiera que voy.

Hay quien tenía ganas de empezar a utilizar la bici para sus desplazamientos pero no se atrevía por miedo a los coches, porque no estaba seguro de que el trayecto fuese realizable, o porque le daba vergüenza llamar la atención. Bueno, la crisis nos afecta a todos, y a modo de efecto “fin de mes” prolongado, se empieza a notar menor densidad de tráfico – no, no han desaparecido los atascos, pero al menos son menos intensos -, una conducción más comedida buscando reducir el consumo, y más gente buscando alternativas de transporte: así que, los que tenían miedo a los coches, se encuentran con que hay menos y van más despacio; los que no estaban convencidos de poder llegar a su destino en bici, apretados por el bolsillo o después de ver a alguna de las señoras mayores de mi barrio siguiendo el trayecto, se deciden a probar; los que no querían llamar la atención, ya no la llaman en absoluto, ni siquiera si su bici chirría.

La crisis me ha golpeado duramente, pero como Brian, siempre hay que mirar el lado luminoso de la vida, y hasta una crisis económica tiene su parte positiva.

Una duda (te la dedico, Maybe): si economía y sostenibilidad están lo bastante relacionadas en algunos aspectos, como en este caso, en que una actitud que busca economizar tiene como efecto un transporte más sostenible… ¿Por qué no se incentivan más y desde antes medidas de este tipo?

El valor simbólico de una bicicleta urbana

Hay varias teorías de sociología del consumo que tratan de establecer las causas por las que el individuo consume. Una de estas teorías – simplificada al extremo – habla de la necesidad del individuo de mostrar su fuerza ante los demás. Es una necesidad un tanto tribal que en la sociedad actual ha derivado en demostrar la capacidad de consumo frente al resto de la manada.

Si hace algunos siglos la fuerza de un individuo, lo que disuadía a otros de atacarle, era su potencia física o las herramientas defensivas de las que dispusiese, ahora lo que permite a un ser humano intimidar al resto es su capacidad económica. Y esta capacidad económica se demuestra consumiendo, exhibiendo sobre nosotros mismos un determinado tipo de vestimenta, o unos accesorios más o menos lujosos (las compañías de telefonía móvil saben bien lo importante que es el valor real o aparente del teléfono para mostrar un estatus social).

Esta es una teoría compleja y cargada de matices que merece la pena analizar, pero lo que me interesa destacar es cómo esa necesidad del individuo de mostrar ante los demás su poder económico afecta al menor o mayor uso de bicicletas urbanas en su transporte diario.

Llama la atención en un país como Holanda la cantidad y variedad de bicicletas urbanas en uso. Es un verdadero mercado que mueve montones de EurosEl tipo de bicicleta que escojas determina en cierto modo tu posición social, es un complemento más de tu aspecto. Así, los estudiantes ruedan casi siempre sobre bicicletas de enésima mano, parcheadas hasta el agotamiento, y a menudo personalizadas con flores, hojas y colores del mismo modo que un adolescente cubre su carpeta de fotografías y dedicatorias para gritar al mundo su personalidad. Por otro lado destacan los ejecutivos que combinan sus trajes, sus abrigos elegantes y sus maletines de piel con bicicletas urbanas de diseños estilizados, brillantes, sin un sólo arañazo ni barro acumulado en ningún rincón, casi siempre negras o gris oscuro.

Entre uno y otro tipo de bicicletas podemos estar hablando de diferencias de miles de Euros: una bicicleta de indefinible mano, repintada, arañada, sucia pero en perfecto estado de uso puede costar entre cincuenta y cien Euros. Las elegantes bicicletas urbanas de marca alcanzan precios de hasta dos mil y tres mil Euros. Ya veis como una u otra bicicleta son un claro signo del poder económico de unos y otros.

Casi todo holandés se siente orgulloso de desplazarse en bicicleta a su trabajo siempre que pueda evitar hacerlo en coche, los empleados y los altos directivos cogen cada mañana su tren y su bicicleta para llegar a sus oficinas. Lo que diferencia a unos y otros es el precio de su bicicleta, y es gracias a eso que sobreviven fabricantes especializados en bicicletas urbanas, que encuentran un público para los modelos más lujosos de varios miles de Euros. En Holanda, que te den un coche de empresa no es algo que se valore como parte de tu retribución.

La cosa cambia cuando miramos la situación en los países mediterráneos. Es una pregunta muy habitual en muchas conversaciones sobre trabajo “¿Y te dan coche de empresa?”, “¿Qué coche te dan?”. En España el coche marca la diferencia entre un director general y un obrero, y puede hasta llegar a estar mal visto que un becario tenga mejor coche que su director del departamento. En España es imprescindible indicar en tu currículo si dispones de coche propio, y no es raro que te lo pregunten en la entrevista de trabajo aunque el puesto no lo requiera realmente. Yo ocupo un puesto de cierta responsabilidad en mi empresa, conseguir una plaza de parking marca tu estatus con respecto a tus compañeros: yo sigo utilizando el autobús, el tren y la bicicleta para llegar a mi oficina, y sé que eso llama la atención de muchos de mis compañeros, porque los que utilizan el transporte público son siempre los empleados con menos responsabilidad. He trabajado en empresas en las que hasta tres compañeros que vivían muy cerca venían con sus tres respectivos coches, porque venir todos en un coche les restaba independencia… Y creo que en parte también posición social.

En Madrid el Plan Cima, del que hay mucho que comentar, empieza a vislumbrar que para fomentar verdaderamente el uso de la bicicleta como medio de transporte alternativo además de crear las infraestructuras necesarias es necesario conseguir un cambio de percepción de la bicicleta: conseguir que un trabajador que llega a su oficina en bicicleta deje de ser un bicho raro para convertirse en un trabajador “con estilo”, que las personas puedan contar con su bicicleta urbana como un elemento que defina su estatus, y no como un desprestigio, puede ser decisivo para conseguir un mayor uso de la bicicleta. Ahora mismo hay pequeños nichos en que uno puede ir en bici al trabajo y ser el más “cool”, “nerd” y “bizarro” de la ofi, pero necesitamos ser más para mejorar realmente la calidad de vida en nuestras ciudades.

En bici plegable por los barrios de Lisboa

Fuera del casco histórico de Lisboa también hay cosas que ver, como la Torre de Belem, las grandes avenidas… Y las posibilidades de moverse en bici, así que a ello me puse.

Aunque en los barrios periféricos de Lisboa también puedes encontrarte interesantes cuestas, no llegan al nivel de inclinación de las calles del casco histórico, así que el pedaleo se hace más asequible a todo tipo de público. Además las calles son más anchas y rectas. Sin embargo, no ví en Lisboa – aunque no la recorrí palmo a palmo – carriles bici, ni he encontrado información acerca de una red de “ciclovías” en la ciudad, aunque sí parece que se proyecta la creación de un largo carril, y la puesta en marcha de medidas para facilitar y hacer más segura la circulación en bicicleta en Lisboa.

Dado el caracter que he percibido en el conductor portugués, creo que estas medidas son muy necesarias. Uno de los principales motivos por los que circular en bici en Madrid es algo peligroso se ve exacerbado al máximo en Portugal: los conductores no tienen ningún hábito de compartir sus calles con otro tipo de vehículos  – ni siquiera puedo decir que abundasen las motos, y apenas ví bicicletas – , y esto tiene dos consecuencias fatales para el ciclista urbano; en primer lugar, la falta de costumbre hace que el conductor sufra serios “despistes”, como no asegurarse mirando por el retrovisor de que no viene nadie al cambiar de carril, o fiarse de su oído para saber si algún vehículo le espera a la vuelta de la esquina o en un cruce, lo que convierte al ciclista en un vehículo “invisible” que en cualquier momento puede verse arrollado por el estupefacto conductor de un coche que ni se imaginaba que iba a colisionar con otro vehículo; en segundo lugar, algunos conductores más agresivos y territorialistas – a mí me recuerdan a los gorilas de lomo plateado – tienen serios problemas para aceptar la presencia de lo que consideran “intrusos” en su calzada, haciendo serios esfuerzos por cerrar el paso a motos y bicicletas cuando ellos se ven obligados a detenerse, o acelerando sin miramientos cuando un semáforo se pone verde, como si la bici que tienen delante no se mereciese el mismo respeto que un coche que estuviese detenido delante de ellos; la presencia de estos gorilas de lomo plateado parece casi inevitable – creo que muy pocos podríamos jurar sobre la biblia que no nos volvemos más o menos agresivos en un atasco camino del trabajo o de una reunión a las siete de la mañana – pero abundan mucho menos en lugares en los que hay una cultura de convivencia con otros usuarios.

En ciudades del norte de Europa con larga tradición ciclista el respeto a las dos ruedas es pleno: tampoco vamos a pecar de inocentes, he visto a holandeses gesticulando desesperados detras de una vacilante bicicleta. Pero la cuestión es que, por mucho que vociferen, se exalten o se molesten, se quedan detrás, sin acelerones ni adelantamientos peligrosos, ya sea por respeto, por miedo a las sanciones o por miedo al rechazo de los espectadores de la escena.

En Madrid cada vez me voy encontrando con más conductores que no sólo respetan a las dos ruedas, sino que hacen verdaderos esfuerzos por facilitarnos las cosas; sin embargo en mi ciudad, donde el núcleo duro alcalaíno se aferra a sus viejas ideas y costumbres, parece que los ciclistas urbanos aún somos esos bichos raros que estorban cuando uno coge su coche para recorrer los dos kilómetros que lo separan de su panadería de referencia; y en Barcelona, aunque todavía no he tenido ocasión de vivir en primera persona la experiencia de rodar por sus calles, parece que la actitud es aún más positiva, y que hay aún más conductores que asumen, respetan y hasta ven con gracia la presencia de ciclistas en sus calles.

En Portugal parece que los conductores no ven con gracia ni siquiera la presencia de otros conductores: adoran pegarse al coche que les precede sin hacer ni caso a las distancias de seguridad, y yo no intentaría seguir a un portugués en autopista con menos de 130CV bajo mi capó. En ciudad he visto bastantes maniobras no señalizadas, cambios de carril sin importar el hecho de que este estuviese ocupado por otro vehículo, giros a la derecha estando situado en el carril de la iquierda y similares. Así que si necesitas andar con mil ojos cuando ruedas con tu bici normalmente, en Lisboa yo diría que te harán falta unos cinco mil pares de ojos y huesos flexibles que resistan algún que otro encontronazo. Siempre que he podido he rodado sobre la acera, y he tenido la suerte de no encontrar demasiada densidad de peatones, así que más o menos me he podido defender.

No he estado tantos días en Lisboa como para poder probar la combinación de su red de transporte público con la bicicleta, pero voy a investigar las normativas al respecto para próximas visitas.

Ciclismo urbano en el casco histórico de Lisboa, ¿complicado?

En el centro histórico de Lisboa pasear en bici es un reto por varios motivos.

Para empezar, la propia orografía de la zona hace que todo el casco histórico se componga de cuestas empinadísimas que podrían hacerlo a uno merecedor del maillot de puntos rojos. No en vano estas calles son escenario del Lisboa Downtown, una de las más conocidas pruebas de ciclismo de descenso… El ascenso ya es otra cosa: yo me quedé con ganas de una “carrera” con el tranvía, pero me cuesta imaginar a un respetable ciudadano lisboeta subiendo por esas cuestas en busca de una barra de pan, ni a una trajeada ejecutiva camino de su trabajo por esas vertiginosas pendientes.

Además toda la calzada está adoquinada, así que rodar sobre ella es como pedalear sobre aquella viejísima bicicleta estática con vibromasaje incluido que mi padre regaló a mi madre y que ella se negó a usar ni una sola vez… Puede descolocarte las vértebras con sólo unos minutos de pedaleo, y la cosa es aún peor cuando te enfrentas aello con unas pequeñas ruedas de 20 pulgadas. El adoquinado es bastante resbaladizo, y presenta muchas irregularidades, grietas, bultos, abombamientos…Los sucesivos “reasfaltados” o “readoquinamientos” hacen que las calles se inclinen desde el centro hacia los laterales, así que tienes que ir pendiente y controlando la dirección de la bicicleta para evitar ir contra las aceras. No me atrevería a recorrer el centro de Lisboa en moto sin unas buenas botas, casco integral y chaqueta con protecciones hasta en el ombligo, el calor es lo de menos.

Hablando de peligrosas irregularidades en la calzada, uno de los atractivos turísticos de la ciudad, el tranvía, constituye otro riesgo para los ciclistas: encajar la rueda de tu bicicleta en sus vías es muy fácil, y salir de esa situación ileso bastante improbable.

Por si todo esto fuese poco, las calles son muy estrechas, lo que hace insostenible el transporte en coche privado incluso más allá de las consideraciones medioambientales: el tráfico no es fluido, los encuentros entre tranvías y coches suelen ser complicados, las maniobras en las abundantes curvas pronunciadas combinadas con pendientes son un auténtico quema-embragues, y los espacios para estacionar escasos.

Es una pena que en una ciudad tan turística, que invita tanto a recorrer sus callejas, y con un clima tan suave, sea tan difícil plantear una infraestructura para incentivar el uso de las bicicletas. Sin embargo Lisboa ya ha dado sus primeros pasos hacia la movilidad sostenible: está en marcha la renovación de la flota de vehículos municipales sustituyendo aquellos de motor convencional por vehículos propulsados por gas natural, y el acceso y estacionamiento en las zonas más centricas se restringe a residentes  o comerciantes que tengan su negocio allí; el tranvía, además de su atractivo turístico, se plantea como la opción de transporte preferible para desplazarse por el centro de la ciudad, y aunque parece insuficiente para cubrir todos los desplazamientos de los ciudadanos y los visitantes, y desde luego no es plenamente capilar como pueda serlo una red de transporte en bicicleta, está claro que los desplazamientos sobre dos ruedas no serían una solución apta para todos los públicos. Lo tienen francamente complicado los lisboetas.

Miguel Sebastián y su plan para reducir el consumo energético

Aunque el término “sostenibilidad” esté bastante manido y ajado desde hace ya algún tiempo, sigue ocupando las mentes de muchos ciudadanos. No importa lo usada y abusada que haya sido, la sostenibilidad es un objetivo que nos vemos obligados a perseguir por economía – aumento de los precios del petróleo, del gas natural, de la energía eléctrica… -, y que deberíamos alcanzar por conciencia, porque queremos vivir y dejar un mundo – ahí va otro término marchito por el uso –habitable.

El Ministerio de Industria, Turismo y Comercio de España ha presentado un paquete de treinta y una medidas para reducir el consumo energético, y aunque alguna de las que más ruido han hecho en la prensa pueda parecer una majadería (¿regalar bombillas de bajo consumo? ¿Qué repercusión tendrá esta medida cuando corresponde una a cada hogar que usa una media de 10 bombillas?¿cuán necesaria es si se van a retirar las incandescentes del mercado?¿No hay inversiones a largo plazo y más productivas que hacer?), las hay que se refieren a la movilidad urbana y más concretamente al uso de la bicicleta.

La medida número 13 del paquete habla de conseguir más financiación para apoyar más planes de movilidad urbana sostenible en más ciudades españolas, la número 16 plantea la extensión de los horarios de apertura del metro los fines de semana, y el punto 17 propone promover el transporte urbano en bicicleta mediante la ampliación de las redes de carriles bici urbanos y la puesta a disposición de los ciudadanos de bicicletas de uso público.

Se me ocurren bastantes más medidas a poner en marcha para incentivar el uso de la bicicleta urbana, como algún plan de sensibilización de automovilistas y peatones hacia las bicicletas, la inclusión – inspirada por mis últimos posts – de infraestructuras en autobuses, trenes y metro para poder llevar tu bicicleta y combinarla con estos medios de transporte, la mejora y el correcto mantenimiento de las calzadas… Pero estas dos medidas son un buen comienzo, siempre y cuando se planteen correctamente.

Seguramente tu ciudad cuenta con algún que otro carril bici, ¿verdad? Pero… ¿has probado a circular por él? Se hace patente la necesidad de planificar estas redes de carriles específicos, porque la mayoría de ellos se colocan en zonas alejadas de las ciudades, no comunican entre sí, llevan del punto A al punto B con menor interés… Porque, o no ha habido ningún planteamiento serio ni ninguna estrategia a la hora de determinar la ubicación de estos carriles, o se han considerado estructuras meramente recreativas, y no como una alternativa seria de transporte urbano. En Alcalá, por ejemplo, tenemos el campus universitario dividido en dos: las facultades de letras y ciencias sociales se ubican en el centro de la ciudad, casi siempre en edificios históricos, mientras que las facultades de ciencias médicas, ingenierías, etc, se sitúan en un campus “externo” a la ciudad, junto con las residencias para estudiantes. En una ciudad con alto atractivo para estudiantes Erasmus resulta chocante descubrir que no hay carriles bici que comuniquen un campus con otro, ni tan siquiera las facultades del centro están comunicadas entre sí. Abandonando el ámbito universitario, la zona centro es muy visitada por turistas, pero también es el centro económico de la ciudad, al que hay que acudir para casi cualquier gestión: con el Ayuntamiento, la Seguridad Social, para ir al médico, hacer tus compras… Pues no hay ni un sólo carril bici en el centro de la ciudad, ni que lleve de la estación de tren o de la estación de autobuses… a Ninguna parte: Alcalá de Henares cuenta con un carril bici que comunica un polígono industrial con uno de los extremos en que acaba la ciudad “residencial”; también hay un paseo – que no carril bici propiamente dicho – junto al río Henares, que delimita la ciudad en otro de sus extremos, y en el que, como es natural, es bastante complicada la convivencia con los peatones, que en este caso tienen toda la preferencia; en las últimas ampliaciones de la ciudad también se han hecho carriles bici, pero estos, una vez más, no comunican con el centro, no están siendo mantenidos y presentan un firme más que irregular debido a los levantamientos ocasionados por las raíces de los árboles, casi siempre están ocupados por peatones, y cuando no es así, están ocupados por… Kioskos de helados.

Barcelona ha sido pionera en la implantación de bicicletas de uso público con su sistema “bicing“, del que ya me estoy informando para alguno de mis próximos post. Ya me estuve informando algo durante el Bike Show de 2007 y me pareció una gran idea. Aunque algunos, por ejemplo yo, puedan preferir moverse sobre su propia bicicleta, este sistema te da toda la libertad para coger y dejar una bicicleta donde más te convenga, sin preocuparte porque te la roben o dañen. La red de estaciones parece que está muy bien estudiada, colocándolas siempre junto a estaciones de autobús, tren o metro, y aunque aún no están todas abiertas, pronto cubrirán todo el centro de Barcelona. Este sistema de bicis de uso público es de lo más flexible que se pueda plantear. Mientras que las redes de transporte público tradicionales tienen unas estaciones y unos recorridos fijos, y desplazan a todos los viajeros juntos, la bicicleta de uso público permite que cada usuario pueda desplazarse exáctamente hasta el punto que prefiera. Aunque aún tengo que acercarme por Barcelona para comprobar por mí misma la comodidad del sistema, creo que es una buena iniciativa que debería extenderse a muchas otras ciudades.

Este nuevo plan de reducción del consumo energético parece una buena oportunidad para el desarrollo del ciclismo urbano. Es una pena que muchas de las medidas dependan de Administraciones locales o regionales que, seguramente, retrasarán su puesta en marcha.

Combinar tu bicicleta con el Metro

En España, al menos hasta donde he podido averiguar, tenemos metro en Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia. Muy pronto también tendremos Metro en Sevilla en el marco de su plan para descongestionar el centro.

El Metro de Bilbao ha sido el único en que no he logrado encontrar nada en cuanto a la normativa para el transporte de bicicletas, pero he contactado con ellos y en cuanto me respondan os informaré puntualmente.

Mientras que en Madrid y Barcelona se restringe el acceso de bicicletas en horas punta de días laborales, el Metro de Valencia permite acceso pleno en días laborales, domingos y festivos, y restringe el acceso tan sólo los sábados por la tarde: aunque aún no me queda muy claro el motivo de restringir el acceso los sábados por la tarde, se agradece que se permita el transporte de bicicletas sin restricciones horarias en días laborales, parece que Valencia comprende muy bien el valor de la combinación de bicicleta y transporte público para la movilidad camino del trabajo o del colegio. Con esta afirmación no quiero decir que Madrid o Barcelona deban hacer lo mismo: he tenido la desgracia de necesitar viajar en la línea 1 de Metro de Madrid saliendo de Atocha hacia el norte cada mañana durante nueve largos meses, y ciertamente resultaría imposible encajar una bicicleta, plegable o no, entre tantos cuerpos aglutinados en cada vagón. Supongo que en Barcelona la situación será semejante, aunque en su caso los tramos horarios en que puedes llevar tu bicicleta contigo son mucho más amplios. Para poder permitir el transporte de bicicletas en el metro incluso en horas punta habría que estudiar seriamente el flujo de viajeros, las instalaciones que serían necesarias y bastantes aspectos que un ingeniero de obras públicas o de redes podría enumerar de forma mucho más completa que yo.

El caso de Valencia también llama la atención porque incluso cuentan con una guía de rutas que se pueden hacer para visitar la zona combinando el metro, el tranvía y la bicicleta, así que no sólo han valorado la importancia del uso de la bicicleta en la movilidad diaria, sino también para su uso recreativo.

También merece una mención especial el caso del Metro de Madrid, que como ya os adelantaba en mi post anterior, incluye en su normativa un párrafo relativo a las bicicletas plegables que dice así

“Finalmente, las bicicletas que vayan plegadas (así como las bicicletas infantiles), tendrán la consideración de bultos de mano, rigiéndose por la normativa propia de éstos establecida en el Artículo 2, Apartado b del Reglamento de Viajeros de Metro de Madrid.”

Ya sé que se dice mucho por ahí que Barcelona es una ciudad más “europea”, más moderna, más en la última tendencia… No lo voy a discutir, pero, ¡mira! Resulta que en Madrid hemos sido tantos “freaks” sobre una plegable que hasta el Metro ha tenido que meternos en su normativa, y esperemos que pronto lo hagan las demás redes de Metro.

Bicicletas plegables y Metro de Madrid

Estaba trabajando en mi próximo post en cuanto a la combinación de bicicleta y metro, y me he llevado una magnífica sorpresa, y es que Metro de Madrid cuenta en su normativa para viajeros con un párrafo específico para bicicletas plegables.

Aún tengo que comprobar las normativas de la red de metro de otras ciudades españolas, pero tenéis que disculparme que empiece por el metro de mi ciudad de referencia.

A primera vista parece que combinar bicicleta y metro es algo menos complejo que combinarla con el autobús. Fijáos en este canadiense camino del colegio.

httpv://www.youtube.com/watch?v=Ilvfge_oYQ4