Combinar tu bici con el autobús

Conozco de cerca el caso de Estraburgo como ciudad pionera en la inversión en transporte sostenible, y recuerdo los amplísimos parkings para bicicletas en las cabeceras de las principales líneas de autobús y tranvía. Estrasburgo me dará para otro post, baste aquí para hacer notar que no recuerdo haber visto un sólo parking para bicicletas en una parada de autobús en España.

Así que si deseas combinar el autobús con tu bici, tendrás que llevártela contigo. Da igual que tomes un larga distancia, un regional o un urbano, no puedes llevar tu bicicleta en el habitáculo de un autobús. Desde luego no hay espacio para guardar una bicicleta tradicional en ningún rincón del autobús, y en el caso de una bicicleta plegable todo depende del criterio del conductor del autobús, que por lo general es NO. Efectivamente, los autobuses tienen un riesgo mayor de sufrir accidentes que los trenes, y un proyectil del tamaño, peso y consistencia de una bicicleta plegada no debería introducirse en un autobús con todos los viajeros.

Así que para llevar tu bicicleta en el autobús, deberás abandonarla a su suerte en la bodega, donde suele dejarse también el equipaje más voluminoso, a merced de los vaivenes, chocando con los laterales, arrastrando contra el suelo… Un viaje movidito y poco saludable para tu bici. Yo que tú no lo haría, a no ser que tengas una maleta rígida en la que guardarla.

Yo suelo moverme sobre una bicicleta y con un ordenador portátil a cuestas, y he de decir que mi empresa no ha invertido en portátiles ligeros, así que cargo con unos 5 kg de ordenador, más su cargador, ratón y otros accesorios. Un peso considerable, un objeto contundente, y que sí que puedo subir al autobús.

Algunos autobuses franceses incorporan un espacio para bicicletas
Algunos autobuses franceses incorporan un espacio para bicicletas

Está claro que no es comparable el daño que puede ocasionar una bicicleta con el que pueda ocasionar mi ordenador, pero si viajas en autobuses urbanos e interurbanos a diario seguro que has visto a viajeros cargados con bultos grandes y pesados que podrían ser bastante peligrosos en una colisión, y que el conductor sí les permite subir al habitáculo. En la mayor parte de los casos, esos bultos podrían depositarse en la bodega del autobús, pero se suben al habitáculo para “ganar tiempo” y no obligar a una parada más prolongada para que los viajeros dejen o recojan sus pertenencias. En el caso de una bicicleta no hay modo seguro de dejarla en la bodega. Una vez más falta la infraestructura, no existe un lugar específico para dejar tu bicicleta. Puede que reste bastante espacio para los viajeros, pero algunas ciudades francesas – aún no es algo generalizado – han considerado que merecía la pena incluir esta instalación en sus autobuses. Ya investigaré qué motivos les han llevado a esta conclusión.

Combinar tu bicicleta con el tren

Según el artículo de Pro Vélo que mencionaba en la entrada anterior, una de las razones para usar una bici plegable frente a una tradicional es que la Red Nacional de Ferrocarriles Belgas tiene una oferta bastante restringida de parkings para bicicletas; además, desde 2005 ya no es necesario llevar las bicis plegables en una bolsa de transporte, y es gratuito llevarlas en autobuses, tranvías y metros. Otra ventaja es que la bicicleta cabe sin problemas en los portaequipajes de los trenes, o detrás de los asientos cuando están colocados respaldo con respaldo, como en los trenes belgas.

La verdad es que es revelador constatar que no todo son ventajas en Bélgica, pero… En España la oferta de parkings para bicis en las estaciones de tren no es que sea restringida, es que es prácticamente inexistente, y si la hay, ha sido instalada por el Ayuntamiento de la ciudad en que esté la estación, pero no por la RENFE. La posibilidad de que haya existido en algún momento una norma como la de utilizar una bolsa de transporte para llevar una bicicleta plegable es más que remota: este tipo de bicicletas ha llegado a España bastante recientemente.

¿Has probado a llevar tu bici en un tren? Las normas para el transporte de bicicletas en los trenes son un tanto restrictivas, aunque el hecho de que existan ya es un punto positivo.

En los trenes de larga distancia se admitirán bicicletas sólo en aquellos que tengan coche-cama o litera, siempre y cuando todos los ocupantes del departamento sean del mismo grupo (no vayamos a molestar a los viajeros de bien que no andan “dando guerra” con una bicicleta), y las bicicletas vayan debidamente embaladas, y no listas para su uso. En resumen, debes tratar tu bicicleta como parte de tu equipaje, y no como un medio de transporte más: no cuentes con llegar a tu destino y montarte en ella para desplazarte hasta tu alojamiento, salvo que cuentes con una plegable que puedas volver a montar rápidamente una vez en la estación. Así que, si sueles viajar en Ave a Madrid, Sevilla, Barcelona… Y visitar a empresas u organizaciones céntricas, una bici plegable puede evitarte algún que otro atasco y ayudarte a llegar a tiempo. Pero si tu idea es pasar unos días de vacaciones visitando la zona con una bicicleta tradicional, llevarás un bulto más y necesitarás un taxi con un buen maletero.

Soporte para bicicletas en un tren alemán
Soporte para bicicletas en un tren alemán

En los trenes regionales o de media distancia se admitirán bicicletas en los trenes que cuenten con un compartimento específico para su transporte, lo cual es comprensible y de agradecer, porque un bulto de un mínimo de 12 Kg lanzado contra los viajeros por un frenazo en caso de imprevisto es un riesgo que pocos querríamos asumir; pero no he visto muchos trenes de media distancia con compartimentos específicos para bicicletas, así que poder encajar tu plegable en los compartimentos para equipaje ya es otro punto a favor para tu bici; por otro lado, queda a criterio del conductor, revisor o quienquiera que tenga un mínimo de autoridad en el tren restringir el número de bicicletas transportadas en caso de saturación: esto es algo normal, pero la inexistencia de un criterio uniforme autoriza, por ejemplo, al revisor a impedirte subir tu bicicleta a un tren que esté al 60% de su ocupación, porque bajo su punto de vista está demasiado saturado. Además, que en un tren saturado de viajeros no se puedan tranportar bicicletas es una vez más consecuencia de la ausencia de un espacio específico para ellas en los vagones. Los usuarios de trenes que quieren transportar su bicicleta es cada vez mayor, pero parece que las infraestructuras están tardando algo más en adaptarse.

En los trenes de cercanías parece que hay sobre todo restricciones horarias que tratan de evitar que metas tu bici en el tren en plena hora punta: si tu idea era ir a trabajar combinando tren y bici, lo tienes complicado. Aquí una vez más el hecho de tener una bici plegable te ayudará con tus sanas intenciones, ya que al ser algo relativamente nuevo los revisores pueden quedar lo bastante desconcertados al ver una como para no hacerte bajar del tren a las siete de la mañana. Sin embargo no puedo decir que me sienta muy tranquila al llevar mi bici en el cercanías: procuro sentarme en los asientos cercanos a las puertas, o los que son perpendiculares al sentido de la marcha, los asientos están plegados y no tienes un viajero sentado delante, así que puedes meter tu bici bajo tus piernas y controlar que no baile o se caiga con los movimientos del tren; lo que no sé es si, en caso de una detención de emergencia, seré capaz de sujetarla y evitar que golpée a algún otro viajero. Un compartimento específico en el que poder fijar la bici sin llevarla mezclada con los viajeros mejoraría las condiciones de seguridad.

En resumen, cojas el tipo de tren que cojas, parece que se echan en falta espacios e instalaciones para transportar tu bicicleta con seguridad para ella y para el resto de viajeros. ¿Qué fué antes?¿El huevo o la gallina? Como no parece que haya muchas personas interesadas en llevar su bicicleta en un tren, las compañías ferroviarias no preparan los vagones para soportar un número aceptable de bicicletas; pero muchos ciclistas se desaniman viendo las condiciones en que deberían llevar sus bicicletas en los trenes.

Combinar tu bicicleta con el transporte público

Asociación belga por el transporte en bici

He dado con el sitio Web de la asociación Belga Pro Vélo, que trabaja para asesorar a la Administración en el desarrollo de estructuras para la movilidad en bicicleta, y organiza eventos para promover el uso de este medio de transporte sostenible.

Tienen una página dedicada a las bicicletas plegables, y he creído detectar cierto tono de queja hacia los medios de transporte público belgas, ya que una de las principales ventajas con las que cuentan las bicicletas plegables es la facilidad para combinarlas con otros medios de transporte público, que no tienen las bicicletas tradicionales.

No he podido evitar comparar la situación Española con la de otros países Europeos: Sin sentirme en absoluto como el Alcalde de Villar del Río ante la inminente llegada de Mr. Marshal, no puedo dejar de lamentar nuestro retraso en este aspecto con respecto a países como Holanda, Bélgica, Francia o Alemania. Si bien una mayor tradición de transporte en bicicleta en estos países justifica su mayor avance, hace ya mucho que España es Europa en muchos otros aspectos, y nuestra climatología debería justificar una puesta al día en cuanto a transporte sostenible se refiere.

El tema da para mucho, así que a lo largo de esta semana intentaré escribiros cada día acerca de las posibilidades de combinar una bicicleta, tradicional o plegable, con otros medios de transporte.

El socavón que destrozó mi cámara delantera

La otra noche me llevé un buen susto, pero creo que mi Roo salió peor parada. En parte fue responsabilidad mía, por exceso de confianza y despiste, pero tampoco voy a exculpar plenamente al Ayuntamiento de Alcalá de Henares, por tener en la calle una zanja de dimensiones considerables sin señalizar en una zona poco iluminada.

Me había acercado al campus para intentar hacer volar mi cometa – dicho sea de paso, sin éxito, porque en verano es casi imposible atrapar la menor brizna de aire en Alcalá – y se me hizo un poco tarde: empezaba a anochecer, no llevaba mis luces, y volvía a casa con prisa, es decir, a toda la velocidad que podía alcanzar mi bici. Creí ver a lo lejos (no soy precísamente un águila) un badén de estos que se han puesto tan de moda en las ciudades para evitar que los coches circulen demasiado rápido, y que son un auténtico fastidio cuando vas sobre cuatro ruedas, y un peligro cuando vas sobre dos. Me preparé para una buena dosis de desequilibrio, porque para mis rueditas de 20′ y mi larga barra del manillar a la rueda un badén de estos es una dura prueba, pero cuando estaba casi encima del obstáculo y sin posibilidad de esquivarlo me dí cuenta de que era una señora zanja con el tamaño preciso para que mi rueda quedase encajada dentro: me preparé para salir despedida por encima del manillar. Aún no sé muy bien cómo lo hice, pero la rueda no quedó encajada, y conseguí mantener el equilibrio. Eso sí, el encontronazo había sido tan brusco que ni los 4 Kg de presión de mi rueda delantera pudieron soportarlo, y la cámara quedó reventada.

¿Habría visto antes el socavón de haber llevado las luces de mi bici? Lo dudo: cuando es de noche, estas luces sirven sobre todo para que los coches y otros usuarios de la vía te vean a tí, pero no son una gran ayuda para mejorar tu visión. El socavón estaba en una calle iluminada pobremente con farolas bastante distantes unas de otras, sin locales comerciales luminosos alrededor… Nada.

¿Podría haber ido más despacio? Ni loca: cuando circulas por una calle de circulación rápida no puedes permitir que los coches te adelanten, o al menos no que te adelanten a mucha más velocidad de la que tú llevas; un conductor que tiene que ir muy despacio detrás de una bici es un conductor a menudo “cabreado”, nervioso, y que genera un odio desproporcionado hacia el pobre ciclista que le lleva a adelantarle en situaciones inseguras – con falta de visibilidad, o sin espacio suficiente – con el retrovisor tódo lo próximo posible a su desprotegido cuerpo, y con un sonoro acelerón que debe de querer decir “¿cómo se te ocurre venir a molestar con tu asquerosa bici a mi flamante vehículo a motor?” Así que mi recomendación si tienes que circular por la calzada de una calle larga, casi recta, sin semaforos ni rotondas que obliguen a detenerse, en la que los coches van como mínimo a 50, y casi siempre a 70 u 80, procura ir todo lo rápido que puedas.

Extraje varias conclusiones de este incidente: la primera, que mi bici es más dura de lo que parece, reventé su cámara, pero no he localizado ninguna holgura en sus cierres, ni la menor deformidad en la llanta, así que mereció la pena invertir en ella; la segunda, que tengo que ser más previsora cuando salga en bici y no quedarme por ahí de noche y sin luces, cualquier coche podría arrollarme y ni enterarse; la tercera, que el Ayuntamiento de mi ciudad es irresponsable, o está completamente alejado de la realidad.

Irresponsable porque tener la ciudad llena de zanjas y socavones mal o nada señalizados por toda la ciudad durante varios meses es una fuente de accidentes, daños físicos y daños materiales para sus ciudadanos. Desde que voy en bici y más aún desde que voy en moto presto bastante atención a todas estas trampas que cubren las calzadas de calles y carreteras, y he observado que son muchas, que nunca están señalizadas, y que siempre pasa mucho tiempo antes de que alguien se decida a cerrar la zanja que abrió, reparar el socavón o la grieta que apareció, o tener cuidado, al reasfaltar una zona, de no convertir las alcantarillas en un escalón bastante doloroso para la amortiguación de cualquier vehículo. Eso, si no pasan a formar parte permanente del paisaje de la ciudad.

Alejado de la realidad porque cada vez hay más personas que se mueven en bici o moto, y como decía más arriba, si todos estos obstáculos son un fastidio habitual para los conductores de coches y furgonetas, para los que nos movemos sobre dos ruedas son un riesgo claro. Casi prefiero pensar que quienes gestionan mi ciudad desde el Ayuntamiento viven alejados de la realidad y no son conscientes de la cantidad de puntos negros que se multiplican en su municipio, tal vez porque se mueven sobre cuatro ruedas y no los sufren tan directamente. Pensar otra cosa sería pensar que, siendo conscientes de lo que hay, prefieren invertir los mermados fondos del Ayuntamiento en poner bombillas de colores durante las fiestas antes que en mejorar el estado de las vías.

De hacerlo conscientemente, quedaría demostrado que mi Ayuntamietno está gestionado por gente obtusa y con muy poca perspectiva: quienes buscamos medios de transporte sostenible somos ciudadanos comprometidos con la calidad de vida de nuestro municipio. Porque quienes circulamos en bici por nuestra ciudad lo hacemos por una amalgama de motivos que incluyen reducir la contaminación del aire que respiramos, nosotros y los demás; reducir la aglomeración de coches y los atascos y problemas de aparcamiento que de ello se derivan; mejorar el entorno para los paseantes, los que viven en Alcalá y los que vienen de fuera a visitar su casco histórico. Hay un sinfín de motivos, egoístas y altruistas, que nos llevan a pedalear por nuestras calles, que ya es bastante arriesgado sólo por la falta de consideración o la falta de costumbre de los conductores. ¿Por qué el Ayuntamiento de una ciudad turística como Alcalá de Henares no se decide a invertir en la seguridad de unos ciudadanos que mejoran la imagen de su municipio? Sí, sí, la mejoramos: ¿a alguno de vosotros le gusta ir respirando humo, oyendo claxons y esquivando coches mientras visita una bonita ciudad universitaria? ¿Cuántos de vosotros habéis visitado una ciudad del norte de Europa y habéis quedado fascinados por el reducido número de coches y la abundancia de ciclistas?

Quiero ESA bicicleta

Elegir tu bicicleta plegable es una decisión seria: para que sea realmente práctica debes elegir una cuyo sistema de plegado sea sencillo y fiable. Ya he conocido algún caso de bicicletas plegables compradas en el momento del “boom” en tiendas no especializadas, que han acabado por dejar de ser plegables porque los engranajes se han estropeado y ya no se pueden ni mover. Además, para que un cuadro seccionado en varias partes sea tan sólido como uno entero debe contar con agarres sólidos: contrariamente a lo que pueda parecer, una ciudad está llena de baches, alcantarillas, aceras sin rebajes, socavones y demás irregularidades que someterán a la bicicleta a vibraciones y torsiones que debe resistir sin que se generen holguras en los cierres ni se doblen las piezas, o apenas podrás dar unos meses de uso a tu bici.

Estuve navegando bastante tiempo para informarme de las mejores opciones. Parece que la marca puntera en el mercado es la inglesa Brompton: su sistema de cierres es de los más cómodos y tienen una aspecto bastante sólido; además, el diseño de las bicicletas hace que sean de las que menos ocupan una vez plegadas; y si eres un “coqueto” como yo, tienen unos modelos muy llamativos, muy urbanos. Sin embargo no me decidí por una Brompton: la calidad y el diseño se pagan, y para mí, que estaba introduciéndome en el mundo de las bicis plegables, eran una opción que se me iba de precio. Ahora que soy una creyente convencida, creo que serán mi próxima elección, si es que tengo que cambiar la mía.

La otra marca puntera es Dahon, con unos precios algo más moderados, y un sistema de cierres similar al de Brompton en cuanto a sencillez de manejo y solidez en el agarre. Sus modelos, una vez plegados, también quedan bastante reducidos de tamaño, aunque no llegan a los niveles de algunas Brompton, y en lo que se refiere a diseño también tienen sus detalles y sus guiños urbanitas. Para mí estaba claro que estas iban a ser la mejor opción para empezar a pedalear por ciudad.

Sweet Pea da Dahon en varios colores
Sweet Pea de Dahon en varios colores

Entonces me encontré con otra disyuntiva… ¿Ligereza o control? Hay varios tipos de bicicletas plegables: las más pequeñas, con ruedas de 14′, las medianas, con ruedas de 20′, las grandes, con ruedas estándar de 26′, e incluso bicicletas de montaña plegables. Mi piso no es ningún palacete y convivir con mi bicicleta de montaña ya tiene sus complicaciones, así que tenía claro que no tenía mucho sentido optar por las de 26′, que incluso plegadas ocupan un espacio considerable. Por aquel entonces Dahon contaba en su colección con las Sweet Pea, bicicletas mínimas con ruedas de 14′, que estaban justo en el límite para soportar mi peso, disponibles en multitud de colores ácidos y llamativos, y especialmente ligeras, pequeñas y por tanto, fáciles de transportar. Sin embargo, la bici que yo había probado era de 20′, así que no tenía muy claro como serían mis sensaciones al conducir una de 14′.

Afortunadamente me acerqué a Ciclos Delicias – desgraciadamente su sitio web, ciclosdelicias.com, está en construcción – para comprar mi bici, y allí tenían, incluso entonces, cierta experiencia en cuanto a bicis plegables. Me preguntaron por el uso que iba a darle a la bici y me explicaron que un modelo como la Sweet Pea merece la pena si vas a moverte mucho con ella plegada y a cuestas, y tus desplazamientos a pedales iban a ser la menor parte del trayecto: su gran ventaja está en la ligereza y comodidad para el transporte, pero la conducción con una rueda tan pequeña es más inestable y sensible a las irregularidades del terreno. La Sweet Pea, pese a sus divertidos colores y su atractivo nombre, no era para mí, que tenía intención de salir del portal de mi casa montada en ella, y de ir pedaleando tan lejos como fuese posible. Así que afortunadamente mis opciones se iban reduciendo a las bicicletas de ruedas de 20′, y digo afortunadamente porque una máxima universal del marketing es que demasiada oferta mata la oferta, y yo empezaba a ser incapaz de decidirme por una u otra bicicleta.

Estuve ojeando los modelos y tuve bastante suerte, porque me encantó una Roo color champagne con el cuadro ligeramente curvo que tenían de exposición y me vendieron con bastante descuento. Mi pequeña tenía algún roce en la pintura, pero soy bastante desastre, así que ya sabía que eso no era nada comparado con lo que iba a sufrir conmigo.

La mía es como esta pero algo menos... brillante
La mía es como esta pero algo menos... brillante

Por qué una bici plegable

Ahora mismo es algo relativamente normal ver una bicicleta plegable por mi ciudad, pero hace un par de años, cuando compré la mía, mucha gente se giraba a mirar qué rayos era eso sobre lo que iba montada. Si me montaba en el tren con ella plegada, podía escuchar comentarios como “vaya leche se ha tenido que meter para dejar así la bici”.

Fue gracias a un amigo que descubrí la existencia de estas pequeñas maravillas. Ese mismo amigo me había enseñado a montar en bici ya con 21 años (anteriormente, y por falta de apoyo familiar, no había conseguido superar la etapa de los “ruedines”), pero hablábamos a menudo de lo incómodo que era moverse con una bicicleta de montaña en ciudad: más grandes y aparatosas, estábamos obligados a aparcarlas en la calle, y subirse a una acera o cruzar una plaza sobre ella nos hacía acreedores de improperios de los peatones por muy lejos que pasasemos de ellos. Viviendo en un piso, daba algo más que pereza andar subiendo y bajando la bici en el ascensor o por las escaleras, apoyada sobre una rueda y manchando las paredes – con las consiguientes miradas reprobadoras de los vecinos-.

Sin embargo, para nosotros estaba claro que, por las dimensiones y distribución urbanística de nuestra ciudad, era óptimo desplazarse en bicicleta: los enormes autobuses urbanos son extremadamente torpes maniobrando en el casco antiguo, que es el lugar al que casi siempre hay que ir para cualquier gestión, o para quedar con amigos; el coche, además de contaminar, resulta infinitamente más lento por los semáforos, rotondas y la densidad del tráfico, y aparcar en el centro a según qué horas es todo un acto de fe; andar es siempre una buena solución, pero cuando vas con prisa y mil historias apuntadas en la agenda puedes llegar a desesperarte cuando “aquí al lado” significa pasar 20 o 30 minutos de paseo.

Así que navegando por internet, haciendo búsquedas como “ciclismo urbano” o “transporte sostenible en ciudad” en varios idiomas, dimos con la que parecía la solución perfecta: bicicletas plegables, más pequeñas, más ligeras, fáciles de guardar, menos llamativas y molestas a la hora de meterlas en una cafetería o un tren… Al principio fui un poco más reacia a la novedad, conocía los socavones, baches, aceras sin rebaje (viva la accesibilidad) y demás obstáculos con los que me encontraría, y una bicicleta con un cuadro formado por varias piezas montadas mediante engranajes más o menos sólidos no me daba mucha confianza. Luis fue más decidido y apenas tardó un mes en hacerse con una bicicleta plegable.

Tan sólo tuvo que prestármela un par de veces para que me decidiese a comprar mi propia bicicleta plegable: si tenía que ir a otra ciudad, la bici cabía sin ningún problema en el maletero, podía aparcar mi coche en algún lugar no demasiado complicado, y moverme a placer para hacer mis gestiones; si me desplazaba en tren, me evitaba gran parte de las miradas resentidas del resto de viajeros; si iba a casa de algún amigo que se hubiese tenido que apañar con una “solución habitacional” modelo Pin y Pon, mi “trasto” no ocupaba la mitad de su salón; si me quedaba en Alcalá, mi ciudad, en determinados pasos más complicados o peligrosos por la calzada podía subir a la acera y compartirla con los peatones con mayor seguridad (me resulta bastante más fácil mantener el equilibrio a velocidad muy reducida sobre la bici plegable) y mejor aceptación.

En resumen, apenas un par de semanas de préstamo bastaron a una bicicleta plegable para convencerme de que son una gran opción, así que comencé el proceso de búsqueda de mi propia montura urbana.